A los niños prodigio se les exige lo mismo que a las estrellas consagradas
Desde ayer podemos afirmar que el fútbol bueno, el fútbol limpio y honesto, también necesita a ciudadanos como Xabi Alonso: tenaces, valientes, ejemplares...
Ganaron los de Klopp con la autoridad que parece otorgar un 3-1, pero también con toda la complejidad que siempre implica derrotar a un equipo de Guardiola.
Su nombre planea como un dragón tras cada derrota. Al madridismo le gusta el fuego.
El pasado sábado, al descanso del simulacro perpetrado en Zorrilla, me acordé de aquel niño del anuncio, el del famoso "papá, ¿por qué somos del Atleti?".
De un campeón de Liga reforzado cabría esperar algo más que un esperpento magnífico pero de nada sirve encapricharse con la excelencia o cavar trincheras en el descontento.
Si alguien se ha ganado el derecho a decidir cuándo irse de su club, sin contraprestaciones económicas ni explicaciones, ese es Messi.
Con el tiempo he llegado a la conclusión que al Madrid no lo puedes matar, es como una estrella de mar a la que siegas una pata y le salen otras tres Copas de Europa.
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